El color como vehículo de expresión formal y la sugestión de unas pinceladas que suelen nacer con pretensiones de abstracción, pero que devienen en rostros, cuerpos, flores o paisajes son características de la obra que el pintor navarro Juan Belzunegui expone en el Polvorín de la Ciudadela. En torno a cuarenta obras, en óleo sobre lienzo y papeles, conforman una muestra que se podrá visitar hasta el 26 de junio.
Belzunegui se considera admirador de muchos pintores clásicos y del siglo XX, con referencias como las De Kooning, Saura o Zumeta o de corrientes como el informalismo español de los años 50 y 60 o el neoexpresionismo de los 80 del último siglo. A esas influencias, Belzunegui añade su particular furia, su deseo de entrega, con el color como vehículo, del que asoman las formas imprevisibles, magmáticas y algo delirantes, buscando siempre el desconcierto y la sorpresa como manifestación de cierto arrebato.
El director de Cultura e Igualdad, Jorge Urdánoz, y el propio autor han presentado esta mañana la exposición Juan Belzunegui concibe la creación de sus obras como una aventura, un juego, un diálogo imprevisible con la tela blanca que deviene pintura, cuadro. La excusa-motor del impulso para pintar suele ser muy variada… una impresión, un recuerdo de la realidad o un deseo inexplicable de empezar a pintar con un color-fetiche que se apodera del autor.
El cuadro se va armando a partir de impulsos irreflexivos, superficies de color que entran en relación musical (por oposición, por roce, por vibración) con otro color o gestos poderosos, hasta que la tela se habita de formas imaginarias y de carácter proyectivo. La referencia de la naturaleza en temas como la figura humana, los animales y las flores es siempre recurrente, así como, cada vez más, la abstracción.
Juan Belzunegui nació en Carcastillo en 1955 y realizó estudios superiores en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao. Ha protagonizado numerosas exposiciones a lo largo de su carrera artística y no es la primera vez que exhibe sus obras en la Ciudadela de Pamplona. Ya lo hizo en 2013, junto a Mikkel Eguskiza, en el Pabellón de Mixtos o en 1999 en el mismo recinto del Polvorín. Además, ha expuesto sus creaciones desde mediados de los años 80 en centros culturales, galerías y museos del país en Tudela, Estella, Viana, Barcelona, Sevilla, Madrid o Eibar.