A nuestros pies, aunque los árboles no dejen verlo, está el río; las excavaciones arqueológicas realizadas en su entorno muestran una industria lítica que indica presencia humana desde hace unos 75.000 años. Esa población humana es estable, como mínimo, desde el primer milenio antes de Cristo. Se trata de la población vascona sobre cuya pervivencia lingüística y cultural, se ha ido desarrollando la ciudad hasta la época contemporánea. En el año 75 a.C., sobre ese asentamiento vascón, el General romano Pompeyo crea un núcleo de población al estilo de las urbes romanas; la llegada del Imperio y la lengua latina dio lugar, tras su encuentro con el euskera, al nombre de Pamplona.
OPUS SPICATUM
En este paseo por la ronda, podemos ver parte de un lienzo de muralla que se asemeja, por la disposición de las piedras en forma de espiga o de espina de pez (opus spicatum), al estilo constructivo previo al año 1000, quizás de época carolingia, un momento clave de la historia del Reino de Pamplona-Navarra.
Corría el año 778. El emperador franco Carlomagno dio vía libre a sus tropas para destrozar la estructura defensiva existente y saquear la ciudad. Eran tiempos convulsos tras la caída del Imperio Romano. Los vascones trataban de no desaparecer ante la presión de francos por el norte, omeyas por el sur y astures por el oeste.
En aquellas circunstancias se produce el ataque de Carlomagno a la ciudad a su vuelta del sitio de Zaragoza. Días más tarde los vascones vencerían a su ejército en el paso pirenaico de Roncesvalles. Aquello fue el punto de partida de la estructuración jurídico política de Vasconia como Reino de Pamplona, que luego sería Reino de Navarra.