Rincón del caballo blanco - Baluarte del Redín

Este es sin duda uno de los rincones con más encanto de la ciudad, un bello lugar para el paseo junto a la Plaza de San José y la Catedral. Constituye la parte más alta del Bastión del Redín, donde se levantaba antiguamente un palacio del que solo se conserva la Cruz del Mentidero, lugar de ejecuciones que data de 1500. 

Las vistas son consideradas como las mejores de la ciudad, se pueden ver los barrios de la Rochapea, Chantrea y San Jorge, y al fondo el monte San Cristóbal con su fuerte abandonado en la parte más alta.

El Bastión del Redín se consideraba el mejor punto defensivo de la ciudad y el más inaccesible de todo el complejo amurallado. Al tener una forma estrellada con tres puntas, los cañones podían cubrir todos los ángulos de tiro. En cada extremo de la estrella hay una garita de diseño renacentista, iguales que las de la Ronda Barbazana. 

Durante los siglos XVI y XVII la muralla se reforzó con nuevas construcciones, había que adecuar el aparato defensivo a los nuevos tiempos y aparatos bélicos. Así, a los pies del bastión se excavaron fosos y se levantaron nuevas fortificaciones, como el Baluarte Bajo de Guadalupe, y más abajo aún, se encuentra el Revellín de los Reyes, una fortificación triangular cuya misión es dividir a la fuerza atacante y proteger los muros mediante un fuego cruzado.

Por su proximidad al Camino de Santiago, que entra a la ciudad por el Portal de Francia y sube por la calle del Carmen, es un lugar muy frecuentado por los peregrinos, que se toman aquí un merecido descanso. 

El caballo blanco y la picota

Ese palacete que vemos aquí, llamado “El caballo blanco”, no está aquí desde hace mucho, pese a la antigüedad que delatan sus elementos. Se erigió en este lugar en 1961 utilizando las piedras y los elementos ornamentales del que fuera palacio de Aguerre, derruido en la calle Nueva del Casco Antiguo.
Se colocó también aquí entonces la denominada Cruz del Mentidero, de la que solo queda la base y el fuste, es decir, esa pequeña columna que sobrevive delante del edificio dentro de su terreno. En realidad era una picota, un lugar de ajusticiamiento. Se construyó en 1500 para el lugar denominado “el Mentidero” (confluencia actual de las calles Navarrería, Curia, Calderería y Mañueta). 

Los cordeleros y los rincones de las murallas

Hasta los años 60 del s. XX, las murallas eran el lugar ideal para el trabajo de los cordeleros. Gracias al espacio alargado que las paredes dibujaban, aquí trabajaban hebras de esparto y de cáñamos, con ruedas y poleas, tejiendo las cuerdas en los fosos. Se les vio desplegando todos sus útiles hasta los años sesenta del siglo XX, en este mismo lugar del Baluarte del Redín.

El maca (muchacho aprendiz) daba vueltas a la polea mientras el profesional manejaba hábilmente la trompa de boj que permitía retorcer los hilos entre sí formando largas cuerdas. Un trabajo siempre al aire libre. Para guardar sus materiales utilizaban la vieja caseta de piedra todavía en pie.

Las murallas han sido y son testigo de la entrada y salida por sus puertas de agricultores, comerciantes y peregrinos; desde ellas gritaban los hombres a las lavanderas que, mientras trajinaban con sus coladas en el río, les respondían en el mismo tono; en el Arga los lugareños pescaban madrillas, truchas o anguilas para comer y vender, utilizando artes variopintas. Los rincones y recovecos de las murallas han ocultado, además, las primeras caricias y besos de muchas parejas.

El txakoli de la cuenca de Pamplona

La ciudad está estratégicamente situada sobre una meseta. Desde el punto de vista militar esto facilitaba en época medieval la defensa. El propio río Arga se convertía también en aliado desempeñando su papel de foso natural. Esta meseta está rodeada de montañas y entre las montañas y la meseta hay un espacio más o menos llano. Ese espacio recibe el nombre de “Cuenca de Pamplona”.

Se decía que la “cuenca de Pamplona” llegaba exactamente hasta donde se podía oir la campana María de la Catedral de Pamplona. Cuesta imaginar esta llanura sin urbanizar, pero hasta el s. XX, como tierra fértil que es, hubo aquí una intensa actividad cerealista y de producción de txakoli, sobre todo txakoli tinto, que también aprovechaba las faldas del monte que tenemos en frente, el monte Ezkaba.

La fuga del fuerte del monte Ezkaba

El fuerte del monte Ezkaba es hoy conocido por haber sido presidio durante la Guerra Civil española. Tiene tres pisos en el interior de la montaña. De allí se produjo la mayor fuga de presos del franquismo el 22 de mayo de 1938. Casi todos volvieron a ser apresados o fueron asesinados cuando corrían en busca de la libertad. Muchos de los cuerpos han ido apareciendo en fosas comunes décadas después.

El sistema de fortificación y defensa de la ciudad vivió durante siglos una permanente evolución; por eso hay murallas de diferentes alturas, hay baluartes, revellines, garitas... La causa de estos cambios estaba condicionada por la evolución de las armas. No es lo mismo que te ataquen con una honda o con una ballesta, con un fusil o con un cañón.

Cuando parecía que el sistema de defensa de Pamplona era ya perfecto, en el siglo XIX aparecieron las nuevas armas de artillería, que son las que les permitieron a los carlistas asediar la ciudad desde la cima del monte de Ezkaba. Visto aquello, construyeron el Fuerte y, sin acabarlo, apareció la aviación y todo quedó caduco.

Información práctica

Dirección: Redin, s/n, 31001 Pamplona - Iruña

Ruta:
     Pamplona es Murallas
     Pamplona es Verde