El rey Sancho VI el Sabio, manda construir en el siglo XII un edificio a modo de residencia para los reyes de Navarra.
Si por un momento nos trasladásemos unos siglos hacia atrás, y si además fuésemos capaces de ponernos en el papel de aquellos estrategas militares, de inmediato entenderíamos que estamos en uno de los puntos más importantes desde el punto de vista de la defensa de la ciudad.
Es fácil suponer que este emplazamiento era parte del núcleo originario vascón por su condición de privilegiada atalaya. Aquí han aparecido restos medievales y romanos. Nos encontramos en un solar cargado de historia.
Tras la invasión (1512), los conquistadores deciden convertirlo en residencia del virrey hasta que con la Ley Paccionada de 1841 pasa a ser sede del Gobierno Militar, también llamado Capitanía General, hasta 1971.
En 1979 el ejército cede la propiedad al Ayuntamiento de Pamplona y al Gobierno de Navarra.
El edificio actual (2003), obra del arquitecto navarro Rafael Moneo, acoge el Archivo Real y General. Aquí se guarda la memoria documentada anterior y posterior a la pérdida de la independencia del Reino de Navarra. También se organizan exposiciones y microexposiciones temporales sobre diversa temática, en cuyas vitrinas se exponen los documentos originales del archivo.
Muy reformado por fuera, el edificio sigue conservando elementos históricos como: las dos paredes interiores del siglo XII, los pilares ochavados del siglo XV, el escudo renacentista de los Austrias sobre la puerta de entrada, el pozo de nieve medieval y la cripta románica abovedada. En concreto, esta última es una de las joyas arquitectónicas que mantenemos en la ciudad. Consta de seis tramos con bóveda de crucería y seis ventanas abocinadas que arrojan luz al interior. Esta sala, que lleva en pie más de 800 años sin sufrir modificaciones, es el espacio que se utiliza para las exposiciones temporales del Archivo.
El conjunto se completa con una excepcional maqueta de madera que nos muestra la Pamplona de 1900. En ella podemos apreciar el conjunto amurallado en su totalidad, antes de las demoliciones de 1888 (Primer Ensanche) y 1915 (Segundo Ensanche), o la ubicación original del Teatro Gayarre, con la primera plaza de toros que tuvo la ciudad, en su trasera.
Un frigorífico natural. El pozo de nieve
Situado en la trasera del edificio, se encuentra uno de los pozos de nieve de la ciudad. Es cilíndrico y tiene 7 metros de profundidad.
La nieve se almacenaba en su interior mediante un cuidado sistema de capas alternas de nieve y paja (de esta actividad procede el dicho de “limpio de polvo y paja”). Esta estructura era atendida por el “nevero”, la persona que se ocupaba de recoger la nieve, transportarla hasta aquí, bajarla, apilarla, prensarla y, posteriormente proveer de hielo a quien lo solicitaba.
La nieve, o el hielo, tenía entonces tres usos fundamentales: conservación de alimentos, uso medicinal y elaboración de refrescos.
Hay que trasladarse con la imaginación a aquella Pamplona encerrada en sus propias defensas, de la que no siempre era posible o aconsejable salir. La ciudad tenía que estar preparada para sobrevivir en caso de prolongado asedio. Por eso la existencia de pozos de agua era especialmente importante; y no menos importante era la existencia de pozos de nieve.
Información práctica
Dirección: C/ Dos de Mayo
Teléfono: +34 848 424 667
E-mail: archivogeneral@navarra.es
Ruta: Pamplona es Murallas
Horario: De lunes a domingo y festivos
De 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00.
San Fermin:
6/07-9/07: cerrado
10/07-14/07: de 10:00 a 13:00