Tras el Privilegio de la Unión, las murallas medievales fueron cayendo en desuso. Su obsolescencia se confirmó con la conquista de Pamplona en 1512 bajo la artillería de las tropas del Duque de Alba.
En el siglo XVI, Pamplona se convierte en un puesto avanzado de la corona castellana ante Francia, por lo que habría que construir un sistema defensivo de primerísimo nivel: muros en talud aptos para soportar la moderna artillería, baluartes, revellines, contraguardias, puentes levadizos, etc. El Fortín de San Bartolomé supone el punto de inicio idóneo para comenzar a recorrer las murallas. Este puesto avanzado se levantó en el s. XVIII a fin de reforzar el papel defensivo de las murallas del s. XVI. Fue diseñado por Jorge Próspero de Verboom, discípulo del archiconocido ingeniero francés Vauban.
A continuación se encuentra el Baluarte de Labrit, el bastión más antiguo de todo el recinto fortificado. A su lado se sitúan el Palacio Arzobispal, el frontón Labrit y el Jito Alai.
Siguiendo el paseo del Obispo Barbazán o Ronda Barbazana hacia el norte, llegaremos al Rincón del Caballo Blanco en el Baluarte del Redín, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad y mirador inmejorable sobre un sistema defensivo renacentista típico. En la década de 1960 se levantó el mesón de gusto historicista que hoy encontramos y que ha hecho que el lugar sea conocido como Rincón del Caballo Blanco. Desde el monte Ezkaba, nos vigila el Fuerte de San Cristóbal, última construcción defensiva de la ciudad y escenario de tristísimos acontecimientos en la Guerra Civil.
Por su carácter fortificado, Pamplona contaba únicamente con seis portales, que fueron erigiéndose entre los siglos XVI y XVIII. En sus fielatos de arbitrios se cobraban las tasas a los objetos de comer, beber y arder que llegaban desde extramuros. Junto al Redín encontramos el Portal de Francia o Portal de Zumalakarregi, el único de aquellos seis en su emplazamiento original. Compuesto por tres puertas, conserva su sistema de contrapesos y estructura en recodo.
Siguiendo por el paseo de ronda se llega al Palacio Real de San Pedro y Archivo General de Navarra, el cual cuenta con un nevero en el cual se almacenaba nieve mediante un cuidado sistema de capas alternas de nieve y paja (de esta actividad procede el dicho de “limpio de polvo y paja”). Esta estructura era atendida por el “nevero”, la persona que se ocupaba de recoger la nieve, transportarla hasta aquí, bajarla, apilarla, prensarla y, posteriormente proveer de hielo a quien lo solicitaba.
Más adelante, subiendo por el Portal de la Rochapea, el cual da nombre a dicho frente de muralla, hallamos el Portal Nuevo, que a pesar de haber sufrido numerosas modificaciones, es una de las entradas más espectaculares de Pamplona.
Una vez lleguemos al parque de la Taconera, situado en el Baluarte de la Taconera podremos descubrir portales a modo de arcos de triunfo, como el portal de su nombre homónimo y el Portal de San Nicolás, además del Baluarte de la Taconera. Las dos puertas restantes del recinto amurallado son el Portal de la Rochapea y el Portal de Tejería, desaparecidas a principios del siglo XX.
La fortificación de la ciudad no se vio completada, sin embargo, hasta la construcción de la Ciudadela, seguramente el mejor ejemplo de arquitectura militar del Renacimiento español. Fernando el Católico derribó el castillo medieval de Luis Hutín y construyó la Fortaleza de Santiago. No obstante, no fue hasta los reinados de Carlos I de España y Felipe II cuando el sistema defensivo renacentista pamplonés comenzó a tomar forma. La Ciudadela de Pamplona, el “muy principal castillo”, hoy pulmón verde de la ciudad y centro de arte contemporáneo Hiriartea, es la ciudadela pentagonal en pie más antigua del mundo. Fue diseñada en 1571, por orden de Felipe II, por el italiano Giacomo Palearo, el Fratín, y por el Virrey de Navarra Vespasiano Gonzaga y Colonna. No entenderá su función quien no advierta que dos de sus cinco baluartes se dirigían hacia el interior de la ciudad; como bien informaba el ingeniero Antonelli a Felipe II, “deberá servir para defenderse del peligro extrínseco, pero también intrínseco”.
Es posible acceder al interior de la plaza desde la puerta principal de la Avenida del Ejército o desde la Puerta del Socorro de forma gratuita.
Hemingway y las murallas de Pamplona
En la novela ‘The Sun Also Rises/Fiesta’, Hemingway hace referencia en varias ocasiones a las murallas de Pamplona. En una de ellas explica cómo los protagonistas Jake y Brett deciden salir de la multitud y dar un paseo: “Atravesamos una extensión de hierba húmeda y llegamos al parapeto de piedra de los baluartes. Al fondo del llano estaba ya oscuro, aunque aún se veían los montes. Se veían los faros de un coche por la carretera que ascendía a la montaña más próxima. En la cima vimos las luces de la fortificación militar. Juntos recorrimos el camino que atravesaba el parque... y el portalón de las murallas por el cual se entraba de nuevo en la ciudad”.
Y también se fija en las murallas cuando están en los Corralillos del Gas viendo los toros: “A lo largo de las viejas murallas y baluarte se apiñaba el gentío. Las tres líneas de fortificaciones sucesivas constituían negras hileras de gente. Sobre las murallas asomaban las cabezas de muchos otros a las ventanas de las casas”.