Los frentes

Fortín de San Bartolomé y Frente Puente de la Magdalena - Portal de Francia

Adyacente a la catedral, es el lienzo más antiguo de la muralla y su camino de ronda constituye uno de los paseos más bellos de la ciudad. Es el tramo más extenso de las tres divisiones de las fortificaciones, y tiene su origen en la antigua ciudad de la Navarrería. Los baluartes de Labrit y Redín datan de 1530 aproximadamente, y las defensas exteriores de entre 1720 y 1750.

La apertura al público del antiguo camino de ronda fue hacia 1960, y la recuperación paulatina del paseo, sus defensas, las dos garitas existentes y los lienzos de las murallas han hecho que Pamplona vuelva a dominar e imponerse sobre el Arga desde la altura como la plaza fuerte que fue.

Frentes Rochapea - Taconera

El jardín más antiguo de Pamplona era en origen un campo extramuros de la ciudad. Adyacente a la primitiva muralla del burgo de San Cernin, allí tenía lugar el mercado y se ubicaban los monasterios de San Francisco y Santa Eulalia.

La construcción de la Ciudadela exigió el trazado de dos nuevos frentes (Taconera y San Nicolás), por lo que las antiguas murallas medievales y la Taconera quedaron englobadas dentro del nuevo recinto. A finales del siglo XVII estaban en pleno uso tanto el baluarte de Gonzaga, el de la Taconera (con su correspondiente portal), el revellín de San Roque y la contraguardia de Gonzaga.

El lugar fue transformado en jardines en 1830. Hoy en día, los fosos albergan un pequeño zoológico al aire libre con ciervos, patos, cisnes, pavos reales y diferentes aves de corral.

Frente Ciudadela

Para asegurar la lealtad del Reino de Navarra y la defensa de la ciudad, Felipe II mandó construir una fortaleza a la moderna: la Ciudadela. Uno de sus mejores ingenieros, el italiano Giacomo Palearo (el Fratín), llevó a cabo el proyecto, que se inspiró en la fortaleza de Amberes.

En 1571, el virrey Vespasiano Gonzaga ponía la primera piedra, aunque no fue hasta 1645 cuando se pueden dar por concluidas las obras. En el nuevo concepto de guerra, donde la artillería jugaba un papel fundamental, la ingeniería militar no podía quedarse atrás. Por ello, la Ciudadela se construyó con forma pentagonal con cinco baluartes en los ángulos, otros cinco revellines, dos contraguardias y un ancho foso.

La sobriedad renacentista de la Ciudadela queda patente en la portada principal, donde una inscripción conmemora el inicio de las obras. El resto de sus muros siguen esta línea austera e imponente.

Los glacis, los extensos terrenos libres de toda edificación que circundaban las ciudadelas renacentistas por el exterior de sus defensas, fueron transformados, en el caso de Pamplona y una vez que la fortificación perdió su funcionalidad militar, en un gran parque de estilo inglés: la Vuelta del Castillo. Se trata de una tipología de parque en el que se imita la naturaleza salvaje y desordenada, al contrario del jardín de estilo francés. Los fosos, que rodean las diferentes defensas exteriores de la Ciudadela, discurren a una cota inferior al glacis. Actualmente es habitual ver a los pamploneses disfrutando del espacio verde más amplio y céntrico de nuestra ciudad: el formado por la Vuelta del Castillo y los fosos.