Información práctica
La denominación “Baluarte de Labrit” es posterior a su construcción. Puede deberse al hecho de que Juan de Labrit, último monarca de la Navarra soberana con capital en Pamplona, huyera por esta puerta ante la inminente llegada de las tropas invasoras en julio de 1512. Apenas cuatro meses después intentó recuperar la ciudad, sitiándola y tratando de acceder por este mismo lugar.
Este portón es la entrada a un túnel que atraviesa la muralla para un acceso rápido al molino de Caparroso, que está a la orilla del río Arga. El baluarte, además de sus funciones propias, cumplía también la misión de vigilar y proteger el molino como defensa elevada sobre él.
La imagen que hay sobre el portón, en la hornacina, es una reproducción en piedra de Santa María la Real de Pamplona. Es fruto de la coronación canónica de La Virgen del Sagrario, en 1946, como Santa María la Real, utilizándose para ello el mismo rito empleado siglos atrás con los reyes navarros, coronados ante esa imagen en la catedral pamplonesa.
En el Reino de Navarra, los monarcas tenían la obligación de jurar los fueros ante los representantes de los tres estamentos del reino. Solo entonces recibían de sus súbditos el juramento de fidelidad y se procedía a su coronación alzándolo sobre un pavés (escudo) a las voces de “¡Real!, ¡Real!, ¡Real!”. El pueblo juraba lealtad al rey, pero condicionada a la lealtad del monarca hacia los fueros, que encarnaban la libertad y la independencia de este histórico Reino.
Dentro de lo que es el recinto amurallado de la ciudad posterior a la conquista, el baluarte de Labrit es una de las partes más antiguas que tenemos. Construido en 1540, forma parte de un frente amurallado, el de la Magdalena que, junto con los frentes de Francia y de la Rochapea, conforman el conjunto amurallado más antiguo de Pamplona (en lo que a lienzos enteros se refiere), apoyado en buena medida sobre la antigua muralla medieval que cubría el lado este del burgo de la Navarrería.
Proteger el molino
Este portón es la entrada a un túnel que atraviesa la muralla para un acceso rápido al molino de Caparroso, que está a la orilla del río Arga.
La ubicación de este baluarte no es casual; además de las funciones propias de cualquier baluarte, cumplía la misión fundamental de vigilar y proteger dicho molino: actúa de “caballero” o defensa elevada sobre él.
La guerra de la Navarrería (1276) y la entrada de las tropas invasoras del Duque de Alba (1512) son dos hechos históricos que pusieron en evidencia la importancia de defender los molinos.
Catedral de la pelota, judería y nombres de mujer
En este mismo espacio del Baluarte de Labrit nos encontramos, por un lado, con el popular frontón Jito Alai (el de los gitanos), y por otro con un frontón profesional, el Frontón Labrit, la catedral de la pelota. Ambos nos recuerdan que es en esta tierra donde hemos convertido el juego de la pelota en tradición, y desde donde lo hemos internacionalizado bajo el nombre de “pelota vasca”.
Frente a nosotros vemos el Palacio Arzobispal, construido en el s. XVIII. Todo el conjunto de calles que se extiende por la parte izquierda del Palacio Arzobispal, incluida esta plaza, configuraron en otro tiempo la judería, en la que no faltaban la sinagoga, los baños, la carnicería y el hospital, todo ello adaptado a sus creencias.
El monolito de piedra junto al inicio de las escaleras y rampa de acceso a la ronda es la reproducción de una estela funeraria de época romana que apareció en la calle Navarrería. En él aparecen, por primera vez por escrito en la historia de la ciudad, nombres de mujeres del s. II: Antonia, Stratia, Festa y Rustica.