Historia del Camino Francés

El origen del Camino Francés

Aunque el Camino del Norte y el Camino Primitivo fueron las primeras rutas de peregrinación a Compostela, el Camino Francés se convirtió, a partir del siglo XI, en la ruta más transitada. No es casualidad: fueron el rey navarro Sancho III el Mayor y el leonés Alfonso VI los que, aprovechando el recorrido de la antigua calzada romana de Astorga a Burdeos, modificaron el trazado para reforzar la frontera cristiana ante los reinos musulmanes de la Península tras la reciente conquista de estos territorios.

Con la creación de nuevas poblaciones a lo largo del recorrido, se creó un efecto llamada de nuevos pobladores francos que trajeron oficios artesanales y comerciales, enriqueciendo la economía de estas localidades recientemente fundadas y fomentando su desarrollo. Este tejido de nuevas infraestructuras, al mismo tiempo, facilitaba el tránsito de peregrinos procedentes de toda Europa. El resultado fue un desarrollo social, económico, artístico y cultural espectacular.

Su fama se popularizó aún más a partir del siglo XII, cuando el monje francés Aymeric Picaud escribió lo que se considera la primera guía del Camino de Santiago: el Codex Calixtinus (o Códice Calixtino). En él describe de manera pormenorizada la ruta, los puntos de inicio y fin de las etapas, los santuarios que hay que visitar, los hospitales para peregrinos (actuales albergues), el carácter de las gentes de cada lugar y las costumbres de cada territorio.

Recibe el nombre de Camino Francés porque aúna las cuatro vías de peregrinación principales que atraviesan Francia, a saber: la turonensis (desde París, pasando por Tours), la lemovicensis (desde Vézélay, pasando por Limoges), la podiensis (desde Le Puy, pasando por Cahors) y la tolosana (desde Arlés, pasando por Toulouse). Las tres primeras confluyen en Saint-Jean-Pied-de-Port, mientras que la cuarta atraviesa los Pirineos por Somport, para unirse a las tres anteriores en Puente la Reina.
Desde Puente la Reina, el Camino Francés mantiene un único itinerario que atraviesa localidades y ciudades del norte de España tan significativas como Estella, Logroño, Santo Domingo de la Calzada, Burgos, Castrojeriz, Frómista, Carrión de los Condes, Sahagún, León, Astorga, Ponferrada y Villafranca del Bierzo. Desde la comarca del Bierzo hace su entrada a Galicia recorriendo Sarria, Portomarín, Palas de Rei y, finalmente, alcanzando Santiago de Compostela.
 

Evolución de la ruta

Desde el comienzo de la configuración del itinerario, se aprovechó la mejor ruta diseñada y construida hasta la fecha: la calzada romana Ab Asturica Burdigalam; es decir, la calzada que unía Astorga con Burdeos. Si bien las losas de piedra fueron desapareciendo por reaprovechamiento o por acumulación de tierra, el trazado ya estaba hecho. Así, en el Alto de Ibañeta ya existía una antigua mansio romana (un albergue) que sirvió de asentamiento para el primer hospital de peregrinos que tuvo Roncesvalles.

Tras el paso del Summo Pyreneo, la calzada bajaba hasta la antigua Pompaelo, ahora dividida en tres burgos enfrentados entre ellos pero que se enriquecieron gracias al tránsito jacobeo.
La principal diferencia entre la ruta que siguieron los peregrinos de los siglos IX, X y XI, respecto a la que hicieron los peregrinos a partir del siglo XI, fue el cambio de trazado del tramo Pamplona-Burgos.

El trazado antiguo, cuando salía de Pamplona, se dirigía directamente hacia el valle de la Sakana, pasando por Irurtzun, Uharte-Arakil, Salvatierra, Vitoria, Miranda de Ebro y Briviesca hasta alcanzar Burgos. Fue Sancho III el Mayor, monarca del -por entonces- reino de Pamplona, quien alteró la ruta, reorientándola por el Alto del Perdón, Puente la Reina, Estella, Viana, Logroño, Nájera y Santo Domingo de la Calzada, hasta llegar a Burgos.
   
Mapa del norte peninsular en 1035. El avance de los reinos cristianos permitió controlar todo el trayecto de la antigua calzada a Burdeos. Sobre esta base y tras varias desviaciones se formó el itinerario clásico del Camino de Santiago.